* “Después de un intento fallido de llegar a la cumbre del Everest, en
1989, en la que me faltó el oxígeno a sólo 100 metros de atacar la cima,
abandoné porque el cuerpo no me respondió; vlaro que sentí frustración, pero 10
años después, regresé y desde el avión iba pensando, ‘¿acaso me llama la
montaña?’
Ciudad de México, a 6
de junio de 2016
Durante el LibroFest 2016 de la Universidad Autónoma
Metropolitana, Elsa Ávila, egresada de la UAM y primera mujer latinoamericana
en ascender hasta la cumbre del Everest, brindó una conferencia magistral
titulada “Trabajo en equipo y liderazgo” en la cual, a través de ir haciendo
paralelismos con sus experiencias como montañista, mujer, madre y empresaria
motivacional, ha descubierto una vía exitosa para ejercer el liderazgo.
En el auditorio K-001 de la Unidad Azcapotzalco de la UAM,
contó con la asistencia de alumnos de ingeniería y ciencias sociales
interesados en insertarse en la sociedad con una actitud positiva. Ante ellos,
la también ingeniera civil dijo: “la vida es como una montaña, tiene rutas que
ponen a prueba nuestras convicciones, ante ellas hay que avanzar, continuar, no
darse por vencido, y eso depende de nuestra preparación y fortaleza física,
mental y espiritual”.
Dijo que es común escuchar tradicionalmente que existen
límites, sin embargo, ella ha podido constatar que éstos son mentales y que
muchas veces sólo introducen miedo y freno a los sueños a que toda persona
tiene derecho. “No seamos limitadores de nuestra propia vida, ¿Cuáles son los
límites que puedo tener?, ¿Cómo puedo superarlos?, entonces nos damos cuenta
que el miedo es más mental y aunque es instintivo ante lo desconocido o
amenaza, lo importante es atreverse a vencerlo; es notorio cómo a lo largo de
la vida vamos comprando limitantes que nos detienen a lograr nuestros ideales”,
agregó al inicio de su presentación.
A través de un vídeo en que fue presentando las cumbres que
ha acometido, relató cómo desde sus inicios, cuando ella sólo realizaba
ascensos en roca, su primera meta fue ascender una peña vertical de 170 metros
en Yosemite, conocida como “La gran pared” y escuchaba de los demás, hasta de
sus compañeros montañistas, “qué bárbara, no vas a poder”, y entonces, cuando
tenía menos de 20 años de edad, dijo para sí, “voy a prepararme intensamente
para intentarlo” y lo consiguió.
Dedicada a impartir conferencias a empresas para motivar a
la consecución de logros, la alpinista mexicana también ha añadido a su lista
de éxitos el vencer sus propias frustraciones e intentos fallidos convirtiendo
a éstos en fuente de experiencia.
“Después de un intento fallido de llegar a la cumbre del
Everest, en 1989, en la que me faltó el oxígeno a sólo 100 metros de atacar la
cima, abandoné porque el cuerpo no me respondió. Claro que sentí frustración,
pero me di cuenta en qué me equivoqué, cómo no revisé mi tanque, pues en vez de
ayudarme a respirar, la máscara me impidió absorber el 20% del oxígeno
disponible a esas alturas. Me dediqué a otras montañas, pensé que quizá el
Everest no me quería y no tenía su permiso. Alcance el primer ascenso femenino
mundial a la Aguja Poincenot en la Patagonia, luego al otro extremo del mundo
al Polo Norte en una nueva ruta a la cara sur del Monte Svanvhit, supe que
tenía que estar súper lista y tener el olfato aguzado para cuando se abriera
una ventana de oportunidad”, añadió.
Narró cómo 10 años después, ya siendo madre, sintió que ya
estaba lista para el Everest, “regresé y desde el avión iba pensando, ‘¿acaso
me llama la montaña?’. Y en esa ocasión mayo de 1999, no sin tropiezos,
avalanchas, viento, accidentes de alpinistas amigos y conocidos, pude llegar a
la punta, a la cumbre. La sensación es indescriptible, las montañas, nubes,
todo a la vista. Me tomé la foto, y ojo, el momento cumbre no es la cumbre,
falta el descenso”.
En este punto Elsa ligó su experiencia con el trabajo en
equipo al señalar que aunque llegar a la meta era su sueño, no lo consiguió
sola, pues en la ocasión que sufrió hipoxia y no llegó a la cima del Everest,
el guía de la región conocido como sherpa, otros miembros del ascenso,
estuvieron con ella para auxiliarla y ayudarla a bajar al campamento, “para
encabezar tu sueño o liderar un proyecto tienes que aprender a pedir ayuda y
sumar fuerzas con los demás, mantener vivo el espíritu de colaboración”.
Divorciada del también alpinista Carlos Carsolio, contrajo
nuevas nupcias y se dedicó a proyectos que capitalizarán en favor de los demás
su experiencia y la vida le ofreció una nueva cima: conquistar su salud. En
2002 sufrió un infarto que le produjo fibrilación auricular y cuatro accidentes
vasculares cerebrales que pueden devenir en pérdida del habla o del movimiento.
“Mantenerse vivo, es un gran triunfo, aún en las condiciones
más adversas hay que continuar con metas, con entregarse al sueño inmediato y
conjuntar los esfuerzos de quienes están ahí para ayudar a conseguirlo.
Atrévete a soñar, rompe paradigmas, entrégate a la aventura de vivir cada
instante con determinación y pasión”, concluyó.
Su filosofía, logros y tropiezos los recogió en un libro
titulado “Triunfar al extremo”. Con 53 años de edad, la ahora empresaria dirige
su propio centro de conferencias, cuida de su salud, trabaja en pro de causas
civiles y tiene como próxima cima la creación de una fundación para el apoyo y
difusión del combate a los accidentes cerebrovasculares. “Descubrirás que la
resultante de atreverse a soñar es la cumbre, una vez ahí busca nuevas cimas”.◄
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